La montaña como espacio privilegiado de identificación socio-cultural

Artículo de Josetxu Martínez Montoya, en ZAINAK nº 14 (1997), cuadernos de Antropología y Etnografía.

MontañanavarraLas poblaciones de montaña de nuestro territorio nos han ofrecido una serie de temas de estudio que han dado lugar a ricos análisis y a aportes significativos para la comprensión de los fenómenos culturales y para el desarrollo de las ciencias sociales.

Entre ellos, uno de los más importantes es el del pastoreo. Las condiciones ecológicas (los pastos de montaña junto a las praderas del fondo de los valles) explican el que las sociedades del pasado tengan que dedicarse a la agricultura, por necesidad, pero, que sean pastoriles por vocación. Esta doble orientación está a la base de toda su organización social.

Este pastoreo tenía un doble ritmo (verano/invierno) que permitía a los rebaños disponer de pastos durante todo el año. La transhumancia (estival o invernal) hacia las altas cumbres o a hacia los valles del interior posibilitaban la vida pastoril en ambas laderas de las montañas. Junto a ellas, mercados, ferias, comunicaciones, venta de productos, acuerdos y ritos, completaban un mundo de relaciones que como dice W. Douglass (1978), al hablar de la frontera hispano-francesa en el País Vasco, se caracterizaba más por su permeabilidad que por su impermeabilidad.

De hábitat semidisperso, en una geografía caracterizada por el bocage atlántico o continental, la economía que les sostenía ha sido muy diversificada, con producción orientada al consumo humano (y no a la alimentación animal como será el caso más tarde) y generadora de una cultura de “subsistencia”, de mercado reducido y de profunda interacción entre hábitat, animales y naturaleza.

El sistema de propiedad comunal de los terrenos de montaña y las formas de regirla (parzonerías, facerías, alcances, mancomunidades, etc.) es otro de los aspectos que han ocupado gran parte de la atención de los estudiosos. Comunidades de montes entre pueblos, entre regiones, entre territorios históricos y entre estados, nos hablan de un sistema de apropriación colectiva sin límites precisos, con derechos mútuos de compascuidad periódicamente regulada, ritualizada y socializada.

La organización social de estas poblaciones que compaginaban los frutos de la montaña (pastoreo, roturos, leña, carbón, helechos) con los de las cuencas bajas (agricultura) estaba basada en dos elementos definidores de su estructura, la casa (caserío, oustal, masía, si abarcamos el conjunto pirenaico) y el valle.

Entre estas dos unidades de organización social, la vecindad (juntas, asociacionismo, ritualización y religión) se constituye en garante de la doble indivisión que afecta a las dos primeras unidades, es decir, la indivisión de la casa y la indivisión de los comunales. La casa, en cuanto institución, está formada por una línea patrimonial (el grupo doméstico), unas tierras de labor, unos derechos sobre el monte, sobre la Iglesia y una habitación permanente y estable. Todo ello, espacio habitable y organizador de la geografía, la producción y la cultura de la montaña, da la identidad a los que la habitan. Siguiendo a Pina-Cabral, hay en esta unidad mínima de organización social, “tres grandes fuerzas de integración, pero no de igual valor: a) la unidad de parentesco, especialmente el principio de filiación bilateral simbolizado por la sangre1, b) la unidad de habitación, especialmente el principio de apropiación común del espacio simbolizado por la casa y c) la unidad de subsistencia, especialmente el principio de la existencia de un fondo de consumo, simbolizado por el fuego, el hogar o el pan” (1989 :338-9).

El valle estaría constituído por una unidad geográfica, pero sobre todo social. La gestión comunitaria de los comunales le da personalidad social. Un ejemplo clásico es el valle del Baztan (Idoate, 1977), pero hay otros muchos. Todos los municipios y concejos del valle de las Amescoas, en Nafarroa son co-gozantes, por igual en la sierra de Las Limitaciones. El valle de Aramaio, en cuanto tal, es cogozante en terrenos de Otxandiano, Legutio, Aretxabaleta, etc. Es el valle la unidad que representa los derechos de los vecinos en los montes, de uso común con otros valles. En Iparralde la situación es similar 2. Los biltzar de valle son, en última instancia, los que regulan los derechos de los vecinos de las aldeas que los componen.

Los aportes de las montañas de Europa Occidental al estudio antropológico de las sociedades humanas han sido de una gran riqueza desde el punto de vista ecológico (adaptación al medio), a nivel de hábitat, de producción (complementaridad entre el trabajo agrícola –laboreak– y los usos de la montaña –madera, pastoreo, carbón, helechos y caza– y a nivel social, en la vida doméstica (familia troncal), en la vecindad (territorialdad), en la religión (socio-cosmológica) y en la mitología (telúrica). (…)

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